
La noche del jueves se celebraba el akelarre televisivo semanal en el que se ha convertido lo que comenzó llamándose Gran Hermando y ahora derrota contra las tablas de la programación más aberrante del país. De nada sirven los arrestos de dignidad que Mercedes Milá trata de imprimirle al evento, en medio de aplausos del respetable a los más impresentables exabruptos dirigidos contra una mujer, ante una audiencia de millones de personas. La vejación elevada a la categoría de recurso televisivo para la captación del personal televidente.
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