El Partido Popular ha puesto las cartas sobre la mesa, y probablemente sin saberlo haya dado el pistoletazo de salida para las elecciones más interactivas que hayamos conocido en nuestro país. Si la propuesta de los populares para rebajar la inversión económica que los partidos políticos realizan en el circo electoral tiene un eco positivo en el resto de formaciones, nos veremos abocados a un proceso en el que las nuevas tecnologías tomarán un protagonismo nunca visto en España.
A nadie se le escapa que el dinero para las campañas se esfuma , por ejemplo, en el tremendo gasto que supone la contratación de espacios publicitarios en los llamados medios de comunicación tradicionales. El envío de papeletas de votación por correo ordinario, esas que nos llegan al buzón con la carta del líder contándonos las virtudes de su proyecto, tiene un coste tan descomunal como anacrónico comienza a ser el procedimiento. Millones de euros se dejan los partidos en el famoso mailing. Los que pueden, claro está. Junto a la parafernalia de los también tradicionales mítines, la mayor parte del dinero que se gasta en una campaña electoral está destinado a unas acciones que llevan presentes en el proceso desde hace décadas.
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