El que fuera conocido como el Gerry Adams vasco, ese líder social necesario para liderar un proceso que llevase cogido por la pechera hacia la independencia a todo un pueblo que ni la necesita ni la desea, ha aterrizado en el aeropuerto de la realidad con varios años de retraso. Otegi, más que un hombre de paz, ha sido un personaje al servicio de un objetivo superior: la independencia de una utópica Euskal Herria, liberada de la bota de los estados español y francés. Siempre, desde su óptica, se dieron las condiciones objetivas para lograrlo, pese a que la banda terrorista seguía asesinando en nombre de la construcción nacional y el marxismo, para amargura de muchos vascos de bien y jolgorio de los que han llevado la obsesión de la independencia hasta la patología.
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