El gobierno británico, dirigido por el conservador David Cameron,
ha decido dar marcha atrás en una polémica iniciativa que le
permitiría meter mano de forma directa en diversas redes sociales y
servicios de mensajería si volviesen a darse situaciones extremas como
los disturbios que vivió Londres hace unas semanas. Una tentación
peligrosa, demasiado arriesgada para hacerla compatible con un sistema
de libertades digno de un país de eso que llamamos el primer mundo, y
casi imposible de explicar a una sociedad que saca pecho presumiendo de tener el Parlamento mas antiguo del mundo.
Un jardín en el que Cameron se metió en plena vorágine política y
mediática tras unos disturbios que sacaron a la luz unos problemas
sociales tan graves como la ineficacia demostrada por las fuerzas de
seguridad para mantener el orden.
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