El negocio de la música no vive sus mejores momentos. Tampoco hace falta una tesis para comprender que Internet ha puesto la puntilla a una forma de ganar dinero tan legítima como obsoleta. Las descargas ilegales, y no cuesta trabajo denominarlas así porque es lo que son, vienen mermando los beneficios de artistas, representantes, discográficas y de todo el que tenga las alubias en esto de la música. El sector, en su mayor parte empeñado en seguir sin que nada cambie para poder vender soportes físicos que ya nadie quiere, dejó pasar una oportunidad de oro para comandar la renovación del modelo de negocio cuando aplicaciones como Napster entraron en juego. Tuvieron en su mano la creación de todo un sistema de pago por consumo o tarifa plana con el mayor catálogo del mundo, porque les pertenecía. En vez de eso, sacaron a los perros para perseguir a quienes hacen dinero con las creaciones de otros, cosa que no está mal, pero se olvidaron de avanzar y tomar posiciones para seguir recaudando en un mundo nuevo.
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