Hubo un tiempo en el que la radio nos acercaba las gestas de verdaderos titanes. Días de calor, en los que la televisión retransmitía verdaderas batallas que se ganaban con el esfuerzo, sufrimiento y agonía que supone afrontar la carretera cuando ésta se pone cuesta arriba. Momentos irrepetibles, en los que toda la parroquia del bar, con la miraba puesta en el cielo, estallaba en gritos de ánimo con el golpe de pedal que lanzaba al compatriota hacia la meta instalada donde el oxígeno escasea y sólo se baten los gigantes. Hubo un tiempo en el que el ciclismo era la esperanza contra el tedio de la canícula, y los chavales cogían sus bicicletas a las cinco de la tarde para emular a los héroes que acababan de coronar Alpe D`huez.
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