Siempre pensé que tenía un sexto sentido para diferenciar a los buenos
de los malos, por resumirlo de forma burda. Que había algo que me guiaba
para entender en qué momento estaba delante de buenas o malas acciones y
actuar en consecuencia. Puedo parecer pedante, pero estas últimas
semanas, por primera vez, he dudado. Por eso envidio a los que lo tienen
tan claro. Yo siempre fui así. Quizá la dimensión de los hechos a los
que hemos asistido sea demasiado para mí, pero debo decir que,
conversando con personas bastante más inteligentes que yo, y que ayer se
sentaban en casi todos los grupos políticos del Congreso de los
Diputados, me he dado cuenta de que mi duda era razonable. Pero sigo
envidiando a los que ante tan importante encrucijada, eran capaces de
dar soluciones tan simples. No puedo evitarlo. Y he seguido hablando con
esas personas y con otras, y hemos compartido nuestras dudas como si de
una terapia se tratase. Y a la conclusión que llegamos en casi todas
las ocasiones es que en efecto la duda es la sensación lógica cuando las
opciones que se te presentan por delante son todas malas o muy malas.
Cuando de tu decisión siempre se derivará un mal, mayor o menor. Pero
sigo envidiando a aquellos que han sido capaces de tenerlo tan claro.
Desde luego no anhelo la forma en que señalan a los que dudan, a los que
han optado por una solución que consideran el menor mal, o simplemente
han acatado la decisión de lo que asumieron como sus órganos políticos
cuando iniciaron su militancia en un partido, y después formaron parte
de sus cerradas y bloqueadas listas para convertirse en diputados. Pero
sigo queriendo tener el poder de diferenciar tan claramente, y pasado el
trance, no soy capaz. La duda es un estado complejo de sensaciones que
te llevan a plantearte tantas cosas que echo mucho de menos estar en la
otra orilla. En la de la verdad absoluta, o al menos eso es lo que
intuyo cuando leo a tantos sentenciar tan categóricamente sobre lo que
para mí está siendo una cuestión tan complicada. Duda. ¿Estaremos ante
una verdad de la que no se pueda dudar? ¿No me habré dado cuenta? A
veces acudo al diccionario, por vicio. Encuentro que la duda filosófica
es una "suspensión voluntaria y transitoria del juicio para dar espacio y
tiempo al espíritu a fin de que coordine todas sus ideas y todos sus
conocimientos". Quizá es eso lo que necesite, tiempo. Lamentablemente
buenos amigos míos no lo tenían ¿Podríamos haber tenido más tiempo?
Quién lo sabe. Pero si de algo estoy seguro es de que lo necesitábamos.
Quiero formar parte de un colectivo de personas que duden, aunque a mí,
durante toda mi vida, me haya costado bastante. Quizá tenga que
aprender. Necesitamos tiempo para el espíritu, sin pensar de forma egoista. La duda no es seguridad, y eso da miedo. La duda puede
llevarte a tomar una decisión contra tu propio interés, porque de esa
forma eres útil a un colectivo mayor. La duda es peligrosa. Por eso las
dictaduras propician el pensamiento único. Buenos y malos. Traidores y
leales. Vencedores y vencidos. Todo tan simple. Tan básico. Solo superando esas dinámicas tendremos
futuro. Solo desde la duda llegaremos a alguna verdad que merezca la
pena defender.
Search
Recibe los nuevos artículos en tu correo electrónico
Seguidores
Entrada destacada
Noches de Poder. Capítulo 1. Viernes, 11:00h
Llegó al hotel junto al resto de sus compañeros de la delegación. La mayoría eran viejos conocidos, con los que había mantenido batall...

Colaboraciones
Con la tecnología de Blogger.
0 comentarios:
Publicar un comentario