domingo, 30 de octubre de 2016

Envidia y duda

Siempre pensé que tenía un sexto sentido para diferenciar a los buenos de los malos, por resumirlo de forma burda. Que había algo que me guiaba para entender en qué momento estaba delante de buenas o malas acciones y actuar en consecuencia. Puedo parecer pedante, pero estas últimas semanas, por primera vez, he dudado. Por eso envidio a los que lo tienen tan claro. Yo siempre fui así. Quizá la dimensión de los hechos a los que hemos asistido sea demasiado para mí, pero debo decir que, conversando con personas bastante más inteligentes que yo, y que ayer se sentaban en casi todos los grupos políticos del Congreso de los Diputados, me he dado cuenta de que mi duda era razonable. Pero sigo envidiando a los que ante tan importante encrucijada, eran capaces de dar soluciones tan simples. No puedo evitarlo. Y he seguido hablando con esas personas y con otras, y hemos compartido nuestras dudas como si de una terapia se tratase. Y a la conclusión que llegamos en casi todas las ocasiones es que en efecto la duda es la sensación lógica cuando las opciones que se te presentan por delante son todas malas o muy malas. Cuando de tu decisión siempre se derivará un mal, mayor o menor. Pero sigo envidiando a aquellos que han sido capaces de tenerlo tan claro. Desde luego no anhelo la forma en que señalan a los que dudan, a los que han optado por una solución que consideran el menor mal, o simplemente han acatado la decisión de lo que asumieron como sus órganos políticos cuando iniciaron su militancia en un partido, y después formaron parte de sus cerradas y bloqueadas listas para convertirse en diputados. Pero sigo queriendo tener el poder de diferenciar tan claramente, y pasado el trance, no soy capaz. La duda es un estado complejo de sensaciones que te llevan a plantearte tantas cosas que echo mucho de menos estar en la otra orilla. En la de la verdad absoluta, o al menos eso es lo que intuyo cuando leo a tantos sentenciar tan categóricamente sobre lo que para mí está siendo una cuestión tan complicada. Duda. ¿Estaremos ante una verdad de la que no se pueda dudar? ¿No me habré dado cuenta? A veces acudo al diccionario, por vicio. Encuentro que la duda filosófica es una "suspensión voluntaria y transitoria del juicio para dar espacio y tiempo al espíritu a fin de que coordine todas sus ideas y todos sus conocimientos". Quizá es eso lo que necesite, tiempo. Lamentablemente buenos amigos míos no lo tenían ¿Podríamos haber tenido más tiempo? Quién lo sabe. Pero si de algo estoy seguro es de que lo necesitábamos. Quiero formar parte de un colectivo de personas que duden, aunque a mí, durante toda mi vida, me haya costado bastante. Quizá tenga que aprender. Necesitamos tiempo para el espíritu, sin pensar de forma egoista. La duda no es seguridad, y eso da miedo. La duda puede llevarte a tomar una decisión contra tu propio interés, porque de esa forma eres útil a un colectivo mayor. La duda es peligrosa. Por eso las dictaduras propician el pensamiento único. Buenos y malos. Traidores y leales. Vencedores y vencidos. Todo tan simple. Tan básico. Solo superando esas dinámicas tendremos futuro. Solo desde la duda llegaremos a alguna verdad que merezca la pena defender.

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