La historia de los
Ateneos españoles es un tesoro. En sus triunfos y en sus fracasos. En esencia,
es la historia de España. Debió ser excitante formar parte de aquellos pioneros
que defendían la capacidad crítica, la libertad de pensamiento... Épocas
turbulentas para el país, que aquellos hombres, y algunas mujeres que no se
conformaban con el papel que les otorgaba la sociedad, enfrentaban con las
armas de la razón y el saber acumulado en sus mentes y bibliotecas. Eran los
Ateneos que necesitaba el siglo XIX, al igual que el XX tuvo los suyos. En la
historia de los Ateneos, como en la vida, si no se avanza se va para atrás. Los
que llegamos a este movimiento hace bien poco, haciendo gala de ese espíritu
crítico que nos impregna en estas instituciones, también tenemos nuestra forma
de ver lo que debe ser un Ateneo para el siglo XXI. Y esto que les cuento es solamente una opinión personal. Les pondré un ejemplo: para
mí, la biblioteca de un Ateneo tiene que convertirse en un gran repositorio al
acceso de todas las personas, ubicado en la red de redes y que no pida un
permiso de entrada a nadie. Textos llenos de saber, destinados al libre uso sin
que la condición social del que reclama conocimiento sea una barrera. Tenemos
tantas herramientas tecnológicas a nuestra disposición para lograrlo, y la
inmensa mayoría gratuitas, que no hacerlo sería un pecado. YouTube, por
ejemplo; el ebook, sin ir más lejos. Claro, que nos gusta el papel, su tacto,
su olor, la imprenta... las bibliotecas públicas, como es el caso de la de
Palencia, cumplen una misión tan importante que no merece la pena intentar
superar o suplantar ese espacio. La verdadera sede de un Ateneo del siglo XXI
está en su red neuronal de espacios conectados en la web global. Internet le ha
dado el camino a los ciudadanos para empoderarse, y a entidades grandes y
pequeñas una oportunidad para igualarse. Es Internet y todo lo mobile el hábitat natural de los jóvenes. A través de los aparatos se relacionan con bancos, instituciones, compran, venden... Aquellos que quieran llegar a esas generaciones, deberán hacerlo por la vía del smartphone. La arquitectura del nuevo ágora mundial permite
construir sin restar recursos al corazón de un Ateneo: sus secciones. Es a
través de ellas como se consiguen los fines últimos del Ateneo de Palencia en
este caso. Porque el Ateneo como tal no es un fin en si mismo. Es un
instrumento al servicio de la sociedad, apoyado por sus socios y gestionado por
personas comprometidas para cambiar las cosas. Salir de ese camino, es entrar en
un bosque oscuro. Confuso. Los Ateneos de este tiempo deberán renovarse o
sufrir los rigores que ya han llegado a empresas y otros sectores. En plena
Transformación Digital, hay que asumir con naturalidad las ventajas, sin
dejarse atrapar por la nostalgia de épocas que no vivimos, pero sin traicionar
las esencias de lo que fue. Grandes pensadores de este país se reunieron en el
Café Gijón de la capital, sin que nadie echase de menos un rincón privado con
la puerta cerrada. Pareciera que el contacto con el resto de parroquianos, ese
mestizaje de pensamientos casuales al calor de un vino o un café, enriqueciese
aún más el fruto final. Estoy seguro de que aquellos no verían hoy con malos
ojos que su obra se expandiese y conservase más allá de cuatro paredes. El
Ateneo está en la calle, en sus actos, en sus hechos, en sus gestiones para que esta tierra
prospere. El Ateneo es su gente, sus socios, los que aportan para que podamos
seguir... el Ateneo y el proyecto ateneista, es mucho más que un bien inmueble.
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